No se trata de que todo el mundo actúe siempre de la manera apropiada. Muchas veces la gente hace precisamente aquello con lo cual no estamos de acuerdo. Sin embargo, cuando la gente hace lo que hace, no es necesario que nosotros la juzguemos. Yo no soy inmune a esto; también me sorprendo juzgando a los demás. Todos lo hacemos. Por tanto, recomiendo una práctica que nos ayude a soprendernos en el acto de juzgar: siempre que pronunciemos el nombre de otra persona, debemos fijarnos en lo que decimos inmediatamente después. ¿Qué decimos o pensamos de esa persona? ¿Qué clase de etiqueta le ponemos? ¿Incluímos a esa persona en alguna categoría? Ninguna persona debe reducirse a una etiqueta; aún así, todos los días hacemos precisamente eso, según lo que nos agrada o nos disgusta.
Yo creo que cuando ustedes comiencen a realizarf este ejercicio, descubrirán que no pueden pasar cinco minujtos sin emitir un juicio. Es sorprendente. Deseamos que las demás personas se comporten como nosotros queremos; y cuando no lo hacen, las juzgamos. Nuestra vigilia está llena de esos juicios.
Tomado de 
La vida tal como es. Enseñanzas sobre Zen
Charlotte Joko Beck - Steve Smith
